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Ciclo de la violencia
La violencia de género se manifiesta a través de un ciclo que no solo perpetúa y mantiene la conducta violenta del agresor, sino que, además, hace que la mujer víctima se sienta culpable de lo ocurrido y tenga dificultades para salir de la situación del maltrato que está sufriendo: es lo que se ha denominado el "Ciclo de la Violencia". Esta teoría, elaborada por Leonor Walter, explica lo que a veces desde fuera no logramos entender: ¿por qué una mujer sufre maltrato y se queda en esa relación? No sólo el miedo o la dependencia económica intervienen: la dependencia emocional y la culpabilidad juegan un papel muy importante en cada una de las fases del ciclo.
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Fase de acumulación de tensión
Se caracteriza por una escalada gradual de la tensión, donde la hostilidad del hombre va en aumento, sin motivo comprensible y aparente para la mujer. Poco a poco se van intensificando las agresiones verbales e incluso pueden aparecer algunos indicios de agresión física (alguna bofetada o empujón); pero se presentan de forma aislada, de tal manera que la mujer piensa que podrá controlarlo y que esas agresiones desaparecerán pronto. Suele responder a este esquema: el hombre empieza a mostrarse tenso e irritado y cada comportamiento de la mujer parece no responder a sus necesidades y expectativas; la mujer intenta entender lo que sucede e intenta responder a todas las peticiones del maltratador, llegando a resultarle una mujer demasiado "atenta". Para remediarlo y evitar el conflicto, la mujer procura ser más callada: no opina, no entabla conversación, no quiere salir, entra en una fase de inmovilidad. Ante esto, el hombre comienza a reprocharle un comportamiento pasivo, y si la mujer se queja de estos reclamos acaba haciéndola responsable de todo, haciéndole creer que "ella es la única culpable de todo lo que pasa".
Ante este mensaje que poco a poco la mujer va creyendo, le entra miedo a poder perder a su pareja (que aún no se ha mostrado violento), ya que ella piensa que si esto pasara sería sólo culpa de ella. La mujer intenta poner remedio a la situación con atenciones y anticipándose a las posibles demandas que él pudiera presentar. Sin embargo, él cada vez se distancia más, se muestra más irritado. Ella se disculpa una y otra vez, pero llega un momento en que él se cansa de la situación y comienzan el castigo verbal y físico. -
Fase de explosión violenta
Es precisamente cuando estalla la violencia; el hombre castiga a la mujer de manera agresiva tanto física como psicológica y sexualmente: insultos, golpes, irrupciones del sueño, amenazas, palizas... La mujer, que hasta ahora sólo quería salvar su relación de pareja, se ve impotente y asume la culpa de todo; aparece la "indefensión aprendida" dado que ha asumido que todo es culpa suya por no saber atender las necesidades de su marido y se siente incapaz de hacer algo para remediar la situación. Además, pronto llega la siguiente fase y con ella, la reconciliación.
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Fase de luna de miel
En esta fase el agresor manifiesta que se arrepiente de lo que ha hecho y pide perdón a la mujer, siempre recordándole que ella es la que provoca esas reacciones en él. Además utiliza estrategias para lograr la manipulación afectiva y evitar que la relación se rompa. Estas estrategias pueden ser diversas: ofrecerle regalos, hacerle caricias, pedirle disculpas y promesas de cambio. Así, la mujer se convence de que todo cambiará y no habrá más violencia: su marido se muestra arrepentido, está especialmente encantador y cuidadoso, le permite hacer cosas que había empezado a prohibirle... Sólo ha sido una mala racha y todo volverá a la normalidad. Sin embargo, pronto comprobará que no es así y comienza lo que se ha venido a denominar la "escalada de violencia".
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Escala de violencia de género
Una vez que se produce la reconciliación tras las primeras agresiones, comienza de nuevo la acumulación de tensión, llega la explosión violenta y de nuevo la luna de miel. Así, se va reproduciendo el ciclo de manera constante y cada vez más rápidamente, hasta que la fase de la reconciliación llega a desaparecer: al agresor no le hace falta convencer a la mujer de que no se repetirá su conducta, puesto que la mujer se siente totalmente incapacitada de reaccionar y parar los abusos.
A lo largo del proceso de la violencia la mujer va perdiendo la confianza en sí misma, de forma progresiva pierde su autoestima y pierde también las esperanzas de cambiar la situación, aumentando la sumisión y el miedo a las reacciones del maltratador. Estas conductas en la víctima serán la confirmación para que el hombre crea que su estrategia funciona, siendo difícil que la mujer rompa la relación: como ella cree que todo es culpa suya, piensa que no tiene más remedio que asumir aquello que se merece.